El nuevo pacto introduce salvaguardias estrictas y limita su alcance, en un contexto de tensiones crecientes por el dominio tecnológico global.
Un acuerdo adaptado a una nueva realidad
Estados Unidos y China firmaron un nuevo acuerdo de cooperación científica y tecnológica que redefine los términos de colaboración vigentes desde 1979. Esta renovación, alcanzada tras meses de negociaciones, introduce salvaguardias más estrictas para proteger los intereses estadounidenses. Según el Departamento de Estado, el pacto busca abordar los desafíos de seguridad derivados de la competencia tecnológica con China, manteniendo ciertas áreas de colaboración pero bajo un control más riguroso.
El acuerdo surge en un momento en que Estados Unidos endurece sus políticas hacia China, reflejando una transformación en la relación bilateral marcada por la creciente rivalidad económica y tecnológica. El objetivo del nuevo marco es minimizar riesgos a la seguridad nacional mientras se preservan aspectos esenciales de la cooperación científica.
Protección de intereses estadounidenses
El Departamento de Estado subrayó que el acuerdo incorpora medidas reforzadas para la protección de la propiedad intelectual, uno de los puntos de mayor preocupación para Washington. Además, se han establecido barreras adicionales para garantizar la seguridad de los investigadores y para asegurar que los datos generados en investigaciones conjuntas sean gestionados de forma transparente y recíproca.
Estas medidas no solo buscan proteger la competitividad estadounidense, sino también evitar que investigaciones sensibles puedan ser aprovechadas por China en el ámbito militar o económico. La actualización del acuerdo refleja la intención de Estados Unidos de mantenerse a la vanguardia tecnológica mientras asegura que los avances no sean utilizados en su contra.
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Investigación básica, no tecnología crítica
El alcance del acuerdo se limita exclusivamente a la investigación básica y excluye deliberadamente el desarrollo de tecnologías avanzadas, como la inteligencia artificial y la computación cuántica. Estas áreas, consideradas estratégicas para la supremacía militar y económica, están fuera del marco de colaboración.
Estados Unidos ha identificado estas tecnologías como esenciales para su seguridad y competitividad global. Por ello, ha implementado restricciones significativas, como la prohibición de exportar chips avanzados a China y el bloqueo de inversiones en áreas tecnológicas que puedan potenciar capacidades militares del gigante asiático.
De la Guerra Fría a la rivalidad actual
El primer acuerdo de cooperación científica entre ambos países fue firmado en 1979, en un contexto completamente distinto. En aquel entonces, China era una nación en desarrollo y la colaboración con Estados Unidos buscaba fortalecer su capacidad científica para contrarrestar la influencia de la Unión Soviética.
Sin embargo, las relaciones han evolucionado significativamente en las últimas décadas. Hoy, China es un actor clave en la innovación tecnológica global y un competidor directo de Estados Unidos en sectores estratégicos. Esta transformación ha llevado a Washington a replantear los términos de cooperación, adaptándolos a una relación marcada por la competencia y el recelo mutuo.
Impacto en la cooperación científica
La renovación del acuerdo no solo implica restricciones, sino también una transformación en la forma en que se lleva a cabo la cooperación científica entre ambos países. Según Deborah Seligsohn, profesora adjunta de ciencias políticas en la Universidad de Villanova, el nuevo pacto reducirá significativamente los programas de colaboración directa entre gobiernos, aunque permitirá que ciertos proyectos continúen bajo condiciones más estrictas.
El impacto de estas limitaciones se sentirá especialmente en el ámbito académico y en las instituciones de investigación, donde la cooperación ya había comenzado a enfriarse debido a las tensiones políticas y económicas.
Tensiones en el ámbito académico
Las relaciones entre universidades e instituciones de investigación de ambos países han sufrido un deterioro notable en los últimos años. La introducción, durante la administración de Donald Trump, de un programa destinado a frenar el espionaje chino, generó un clima de desconfianza que llevó a la suspensión de varias iniciativas conjuntas.
Aunque el programa fue cancelado en 2022 tras críticas por discriminación racial y fallos en los procesos judiciales, sus efectos aún persisten. La colaboración académica enfrenta ahora barreras adicionales, marcadas por las nuevas disposiciones del acuerdo y las restricciones impuestas por ambos gobiernos.
Debate en el Congreso
La renovación del acuerdo también ha sido objeto de debate en el Congreso de Estados Unidos. Mientras algunos legisladores, como Andy Barr, critican la cooperación pasada por haber proporcionado conocimiento valioso a China, otros, como Gregory Meeks, destacan los beneficios de estas colaboraciones, que han permitido avances en áreas como la salud y la sostenibilidad ambiental.
No obstante, incluso quienes apoyan el acuerdo subrayan la importancia de garantizar que los proyectos respeten los valores e intereses de Estados Unidos. La supervisión del Congreso será clave para asegurar que la cooperación se alinee con los objetivos nacionales en un contexto de creciente rivalidad con China.